La coexistencia sin interferencias entre diversos productos eléctricos y de radiocomunicaciones es algo que no puede darse por descontado. Solamente con medidas específicas de compatibilidad electromagnética (EMC) es posible garantizar que, p. ej., un marcapasos no sufra perturbaciones, o que los aviones transporten con seguridad a los pasajeros hasta su destino.
Alto impacto electromagnético
El mayor incidente de compatibilidad electromagnética que se conoce podría haber provocado un desastre global, pero afortunadamente se superó sin consecuencias graves, y es que los dispositivos eléctricos a los que podía haber afectado sencillamente no existían todavía. Ante la reacción de los sistemas de telegrafía de entonces, sin embargo, quedó claro el gran impacto que pueden tener los fenómenos electromagnéticos cuando interfieren altas intensidades de campo. Los postes de telégrafos empezaron a soltar chispas, los operadores de telégrafos se apartaron asustados de sus equipos, las cintas de teletipo prendieron fuego, y se emitieron mensajes extraños que nadie había enviado. Llegaron a observarse auroras, que normalmente solo son visibles en altas latitudes, incluso hasta la región ecuatorial. Los expertos están convencidos de que hoy, una tormenta solar magnética con una fuerza como la de 1859 tendría consecuencias catastróficas en nuestra infraestructura de tecnología sofisticada. Según las estadísticas, se calcula que una tormenta de este tipo puede producirse solamente alrededor de cada 500 años. Al contrario de lo que ocurre con la protección contra los fenómenos naturales, la protección de los dispositivos eléctricos frente a interferencias causadas por otros equipos lleva mucho tiempo implantada. Y teniendo en cuenta la interconexión inalámbrica ubicua que nos rodea, podemos afirmar que en el futuro adquirirá todavía más importancia.